Sorprendidos por la naturaleza

(Termas de Outariz (Orense), Fragas do Eume, Pontedeume, El Ferrol, Cabo Prior, Playa Doniños)

Y este año había decidido pedir el viernes, un día más de lo habitual ya que las previsiones meteorógicas eran muy buenas, pero hasta el miércoles.

Así, dejamos Madrid a primera hora de la mañana del viernes día 30 de marzo y pusimos rumbo a las termas de  Outariz a las afueras de Orense. Pese a haber pasado ya por aquí en los dos años anteriores cuyo destino fue también las costas gallegas, nunca habíamos parado aquí, por desconocimiento. Pero leí un hilo abierto en la sección de “lugares con encanto” del foro de acpasión y tomé buena nota de ello. Las coordenadas, 42º20.889 N;7º54.765 O, eras correctas y un aparcamiento plano, entre el río Miño y la carretera, acogía a media docena de autocaravanas. Un buen lugar para pasar la noche, aunque no era ésta nuestra intención, ya que llegamos a la hora de comer.

Tras andar unos 300 metros hacia un puente blanco que atraviesa el río Miño, llegamos  a unas pozas junto al río en las que la gente disfrutaba de un relajante baño de agua, o de sol, ya que  éstas se encuentran rodeadas de césped. Un lugar muy agradable para estirar unas toallas y pasar un buen rato de relax. La temperatura además, era más que estupenda pese a encontrarnos a finales de marzo. Junto a estas pozas hay un pequeño edificio o cabaña de madera que tiene taquillas donde por un euro se pueden depositar los objetos personales. Parecía también que había vigilancia.

Pese al día, laborable, y la hora temprana de la tarde, había bastante gente disfrutando de un baño o simplemente de un descanso, ya que el sitio se encuentra en un bonito lugar. Aunque la mayoría era gente edad,  la había de todas las edades. Empujada por la curiosidad, me deshice rapidamente de mis ropas y me introduje en la primera poza: la  temperatura me sorprendió: estaba caliente, cerca de 40ºC.Me senté hasta que el agua me cubrió los hombros, pero pese a lo que cabría pensar en un principio, solo se puede permanecer poco tiempo, porque la temperatura del agua resulta algo “agobiante” y se necesita salir de las pozas para, curiosamente, “refrescarse” fuera. Así que cual rana, me dediqué a “saltar” de “poza en poza” comprobando que, excepto en alguna donde la temperatura del agua era casi heladora, en el resto tenía una temperatura similar.

Pero mi curiosidad no había quedado satisfecha del todo, ya que había leído que había una termas río abajo a escasos metros de las pozas, donde por 5 euros, uno podía disfrutar de un circuito termal durante 2 horas, y allí nos dirigimos. La temperatura era tan deliciosa que nos permitio salvar los 300 m que separan las pozas de las termas en  bañador y chorreando agua.
Una vez alli, rellenamos unos impresos informativos  sobre nuestras posibles enfermedades y pagamos 5 euros que dan derecho a permanecer 2 horas. Pueden proporcionar toallas y chanclas, aunque cobran su alquiler. Aunque yo habría jurado que había puesto dos toallas, en nuestra mochila solo encontré una. Pudimos comprobar después que nos habíamos dejado una toalla olvidada en las pozas, y además, cumpliendo la Ley de Murphy, la mejor. Así que no tuvimos más remedio que abonar 1,60 € por “alquilar” otra. Tras descender  por unas escaleras accedimos a la parte “cerrada” de estas termas, ya que están dentro del propio edificio. Fuera hay otra serie de pozas conformando un circuito. En realidad, se podría prescindir de las termas ya que básicamente son iguales que las pozas, pero aquí han añadido chorros, cascadas, burbujas, corrientes y chorradas similares a un circuito de SPA para hacerlas más atractivas. Hay también hamacas en las que se puede disfrutar de un cómodo descanso o baño de sol.

El lugar es  totalmente aconsejable, sobre todo después de un largo viaje. Casi dos horas después, con la piel algo arrugada  y muy muy relajados, decidimos hacer unos  kilómetros más tratando de llegar al Area de Miño. Pero sospeché, por la información que tenía, que podía encontrarse en  la misma autopista, junto a una gasolinera, que además permanecía cerrada entre las 00h y las 6,00 del día siguiente, aunque solía haber camiones. No parecía un lugar muy atractivo por lo que decidimos buscar por nuestra cuenta otro, que tras dar más de una vuelta, encontramos en la localidad misma de Miño, junto a la playa, en una zona residencial y tranquila. (43º21.346N;8º12,676 O).

31 de marzo, sábado.
La noche ha sido algo movidilla ya que de fondo no se ha dejado de escuchar música pachanguera por lo que tuve que recurrir a mis socorridos tapones que me permitieron continuar con mi sueño ininterrumpido hasta las 5 de la mañana, retomándolo después hasta las  8,30. El día espléndido y luminoso nos invita a levantarnos. Para hoy las previsiones meteorológicas son estupendas.

Primer destino, Pontedeume y las Fragas do Eume. Aunque en principio tenía pensado pasear primero por el pueblo, cambié de opinión ya que pensé que según avanzara la mañana más probable sería que hubiera más gente, así que después de comprar pan y un dulce típico de la localidad, continuamos la carretera hasta  las Fragas.  

Ésta discurre por la orilla derecha del río Eume y se va internando poco a poco en un bosque cuya densidad aumenta según avanzamos. Pese a la sequía de este año, aquí el verdor y el frescor nos adentra en un mundo a parte. El río Eume, de casi un centenar de kilómetros, ha labrado un profundo cañón de abruptas laderas con 300 metros de desnivel en algunos puntos, conservando el manto vegetal original de los bosques atlánticos.
 Dejamos atrás un merendero y el centro de interpretación para encontrarnos frente a una señal de circulación prohibida a autocares y una estrecha carretera que se interna en la espesura de un bosque. Nos quedamos parados dudando, pero nosotros no somos autocares, así que, confieso que empujada por Angel, puse la primera, pisé el acelerador, contuve la respiración y comenzamos el recorrido de los 5,6 km que nos separaban del monasterio de Caaverio.

La carretera sigue discurriendo junto a la ribera del Eume y  es una preciosidad, su belleza es casi proporcional a su estrechez. Se abre paso a través de un frondoso bosque de robles, castaños, abedules, ...y así hasta 23 especies más que  pueblan las riberas del río. Este bosque está considerado uno de los mejores ejemplos de bosque atlántico  del continente europeo.    En las zonas más húmedas y sombrías se conserva una amplia colección de líquenes, musgos y helechos que son una de las joyas, relictos de la Era Terciaria como una especie de helecho, la woodwardia. Todos forman una heterogénea selva en la que cada especie ocupa su lugar.

A un lado y a otro, los árboles  se abrazan por las copas formando un verde túnel por el que nos introducimos en un  bosque de cuento de hadas por donde parece que de un momento a otro va a saltar algún duende.

Pero la estrechez de la carretera no nos deja disfrutar de toda la belleza del entorno. Nos preocupa encontrarnos con algún vehículo de frente. Aunque hay muchos lugares un poco más anchos donde se pueden cruzar dos, otros son realmente estrechos y habría que recular varios metros para permitir el paso de dos vehículos. En completa soledad llegamos al final de estos casi 6 km de hermosa carretera. El aparcamiento es escaso, practicamente para algo menos de media docena de vehículos. Al parecer en verano y ahora, para el jueves de Semana Santa, un autobús une los 5,6 km que separan el amplio aparcamiento y el monasterio. Dejamos la autocaravana, cruzamos el río y comenzamos el ascenso por un cómodo y ancho camino que sube hasta el monasterio.

La soledad es absoluta y el silencio es únicamente roto por las aguas cantarinas del río y el trinar continuo de aves que harían las delicias de cualquier entendido ornitólogo. Todos los diferentes sonidos que escuchamos son suaves y armoniosos  por lo que el producido por nuestros pasos destaca y desentona en este mágico entorno. Aunque trato de pisar más suavemente, no consigo silenciarlos.
Un ancho camino solado de piedras de pizarra nos sumerge el siglo XI. Ante nuestros ojos emerge un magnífico edifico de piedra granítica erigido en un lugar absolutamente privilegiado, en un enclave único abierto a los valles del Eume y del Sesín. Está reconstruido y es realmente bello. Pese a estar construido en piedra de granito gris que contrasta con el verdor del entorno, todo el conjunto armoniza casi a la perfección  y  parece como si no pudiera existir el uno si lo el otro, y la belleza de uno complementa la del otro. Y si ahora lo contemplamos rodeado de los colores de la primavera, en otoño, el cambio cromático a los ocres, pardos y rojizos debe de hacerlo también un bosque soñado.

El monasterio de San Xoan de Caaveiro data del 934. En 1135 Alfonso VII le dio un gran impulso ya que le otorgó el dominio de todas las tierras de los alrededores. Gracias a distintas donaciones el monasterio fue adquiriendo importancia a lo largo de los siglos hasta que en el siglo XVII  llegó al nivel de colegiata.Su declive comienza en el XVIII que culmina con la desamortización del XIX.

Una escalera comunica con el arco apuntado que da acceso al atrio, abierto entre lo que queda de lo que fue residencia de canónigos y el frente de la iglesia que se levanta sobre un montículo escarpado que obligó a sus constructores a salvar los desniveles del terreno por medio de muros con contrafuertes y estancias subterráneas. El campanario es barroco, del XVIII.

De los alrededores del monasterio parten varios senderos que se internan en el bosque y de los que he leido que son una preciosidad. Inicialmente llevábamos la intención de hacer alguno, pero según avanza la mañana aumenta la probabilidad de que lleguen más coches, lo que me hace sentir incómoda y nerviosa así que decidimos regresar al aparcamiento. Y afortunadamente en nuestro regreso no nos cruzamos con ningún turismo aunque sí  recibimos un regalo: una pareja de corzos cruzaron frente a nosotros a escasos metros, para, después de contemplarnos sorprendidos por unos segundos, internarse rapidamente en la espesura. Recordé que este bosque estaba también  habitado por mas de, y cito textualmente “126 especies de vertebrados, 15 de anfibios, 14 de reptiles y hasta 8 especies de peces, como por ejemplo el lobo, la marta, zorro, jabalí, corzo, ciervo, gato montés, víbora de seoane, lechuza, buho, halcón peregrino, mirlo, martín pescador, salmón, trucha, anguila...etc.”
Al llegar al aparcamiento respiramos, aunque sentíamos que nos habíamos perdido algo realmente bello y único. Y lo que supimos después lo confirmó: a las 15 horas de ese mismo día se desencadenó un incendio, probablemente provocado, que arrasó parte del parque. Parece que el area de bosque calcinada estaba alrededor de las 1.000 hectáreas, aunque otras fuentes elevaban esta cifra. Aunque el monasterio no ha sido tocado, la parte que rodea a éste  ha quedado calcinada. El incendio duró hasta el miércoles día  4 de abril.

Ya en el aparcamiento vi que llegaba una furgoneta que comenzó a sacar bicicletas. Alguien nos comenta que las alquila y que algunas disponen de un pequeño motor. Parecía que la suerte nos otorgaba una segunda oportunidad para conocer más en profundidad este maravilloso bosque. Podiamos pedalear hasta el monasterio y una vez aquí caminar por alguna senda, pero había olvidado que Angel estaba convaleciente de una operación que le estaba dando mucha guerra y que le impedía montar en bicicleta, así que desilusionada, decidimos poner rumbo a Pontedeume.

Nos costó aparcar ya que era día de mercadillo y numerosos puestos se extendían por algunas de las calles del casco viejo ofreciendo desde ropa a productos de la tierra, como quesos –Angel no pudo resistir la tentación- miel, dulces, pan…etc..

Del casco viejo de la villa destaca  el edificio del concello en la plaza del Rollo –actualmente plaza Real-, así como el pazo del Arzobispo Rajoy, cercano a esta plaza. Desde aquí, llegamos a la plaza del conde, donde se encuentra el mercado municipal y frente a él el torreón de los Andrade, torre cuadrada  de 18 metros de alto por 11,50 de lo que es el ultimo resto del llamado pazo de los Andrade que completaba el recinto amurallado de la villa. De aquí, bajamos al puerto donde disfrutamos de una excelente vista del puente de piedra, su construcción más emblemática, reedificado a finales del XIX y que sustituyó a un puente gótico de 68 arcos (el actual sólo tiene 15) y mas de 850 metros y que se mandó construir con dos torres, capilla y hospital en medio para los peregrinos.


Tras dejar atrás Pontedeume, nos dirigimos hacia El Ferrol, al area de autocaravanas. Pero el sitio no nos pareció nada atractivo. Era una gran explanada, pelada, que en realidad es un aparcamiento y que distaba  1 kilómetro del casco, así que, una vez más, reunimos un poco de valor, y nos dirigimos al centro a tentar a la suerte para encontrar una plaza de aparcamiento, lo que conseguimos a unos 300 metros del mercado de la Magdalena, al borde de este emblemático barrio. Aunque algo pronto, decidimos comer y descansar un rato, para luego hacer una breve visita a la ciudad.

Subimos por unas escaleras que nos conducen casi directamente a  la casa Anton, de uno de los mejores arquitectos de principios del siglo pasado y que tiene un llamativo mirador hexagonal de esquina que la hace inconfundible. De aquí, y por la  calle real, peatonal y a esta hora desierta, llegamos a la casa Brañas, del mismo arquitecto que la Anton y que hace esquina, para desembocar en la casa do Concello que preside la plaza de armas, con un característico estilo imperialista asociado al régimen franquista. Ya desde aquí regresamos por la calle de la Magdalena, paralela a la real, contemplando los edificios y las balconadas de madera y cristal.

Ahora nuestro siguiente destino es el castillo de San Felipe, que junto con el de La Palma, situado uno frente a otro, cierran la ría de Ferrol. Pero he leído que desde Ferrol no se puede llegar de forma directa debido a la altura de las autocaravanas que ha creado algún que otro problema a alguno que lo ha intentado, pero un alma buena describe como llegar por otra carretera que, aunque dando un pequeño rodeo, lo consigue  sin mayores problemas que  el de circular por carreteras estrechas. La mejor manera de llegar es seguir las indicaciones que llevan a la playa de Cariño, y una vez alcanzada, la sobrepasamos y continuamos circulando paralelos a la ría, dejándola a nuestra derecha, dirección El Ferrol.

Después de recorrer esta estrecha carretera, aunque más fácil que la de las Fragas, llegamos a esta espectacular fortaleza frente a la cual se contempla la de la Palma. Ahora en ruinas, ambas fueron el mejor conjunto de recintos militares de España en sus tiempos. Ahora se yerguen orgullosas, pero olvidadas, junto al mar vigilando con sus ajados y cansados ojos esta hermosa ría.  El conjunto resulta colosal y parecen integrarse en el entorno. Su disposición estratégica en el punto más angosto de esta ría con su dotación de cañones,  formaba, junto con la fortaleza de San Martín, un infalible triángulo de fuego.

Y desde aquí contemplamos una columna de humo negro que se elevaba por detrás de Ferrol. Sospechamos que se trataba de algún incendio, pero lejos estábamos de saber que se trataba del de las Fragas Do Eume.

Ahora pusimos rumbo a la playa de Doniños. Tras ignorar algunas instrucciones del navegador que pretendía meternos por carreteras imposibles en cuanto a tamaño, llegamos a un gran aparcamiento. Se ha levantado un aire frío que trae el humo del incendio hasta aquí.  El aparcamiento está muy concurrido, lo que sugiere mucha gente, por lo que decidimos dejar a nuestra amiga peluda en la auto y nos acercamos a la playa. Es grande y muy bella, como casi todas las playas gallegas de las que me voy quedando prendada.  Mi enamoramiento salta de una a otra, aunque permanezco fiel a la belleza de todas y cada una de ellas. Son todas hermosas y sus diferencias marcan aún más su atractivo y yo me dejo seducir fácilmente por una y por todas.

Ahora ya, a las 17,30, comenzamos a pensar en buscar un sitio donde pasar la noche. Como es algo pronto decidimos acercarnos a la siguiente playa localizada a través del Google Earth, la de San Xurxo. Esta, aunque es muy hermosa también, no tiene un acceso directo  o cercano  que nos acerque al mar y el sitio para pernoctar sería el aparcamiento de un bar, por lo que decidimos continuar camino hacia el Cabo Prior.

En nuestra ruta veo a la izquierda lo que me parece un grupo de autocaravanas. Nos dirigimos allí y descubrimos una media docena en un espacio algo reducido. Tienen el aspecto de ser “surferos”, pero decidimos continuar buscando un lugar algo más amplio. Una vez más, otra estrecha carretera nos acerca al  faro de Cabo Prior. Y es en estos momentos  cuando me alegro de tener una camper, manejable y ligera para circular por estos rincones profundos. Yo supongo que todo es ponerse y que donde llego yo, también lo hacen las grandes, pero mis 2 m de ancho y tan solo 5,60 de largo, me hacen sentirme más tranquila. Los años de viajera me han enseñado que tras este tipo de carreteras se encuentran los parajes más bellos y salvajes, por lo que no puedo resistirme a adentrarme por ellas. Por esto cada vez   pienso que la próxima autocaravana que tenga, será también una camper o de tamaño similar a ésta.

El faro de Cabo Prior está en un hermoso lugar, encaramado en lo alto de un roquedal  de más de 100 metros de altura, con unas vistas de vértigo y rodeado de varias baterias militares que nos resultaron muy curiosas. Resulta un lugar de gran belleza natural. Unas escaleras que parten a la izquierda del faro y  que descienden por la cresta de un acantilado llevan a la antigua sirena que avisaba a los barcos cuando había niebla. Pero el viento soplaba con mucha fuerza y no nos atrevimos a bajar. Desde aquí contemplamos unas bonitas vistas de las playas de Santa Comba y Ponzo, aunque el humo ha reducido algo la visibilidad desluciendo estas vistas.

Se puede optar por hacer alguno de los tres senderos de corta duración, pero de cierta dificultad. Nosotros nos dirigimos a contemplar más de cerca las baterías, que comenzaron a construirse a principios del siglo pasado en la época de Primo de Rivera, aunque se terminaron antes de nuestra guerra civil. Como los avances armamentísticos de la época habían dejado obsoletas las fortificaciones de San Felipe y La Palma y la ría y arsenal de Ferrol tenían una importancia crítica, se construyeron un conjunto de baterias defensivas de la ría de las que ésta formaba parte.

En estas baterías se instalaron cuatro de los famosos cañones vickers Armstron que eran capaces de lanzar un proyectil perforante de más de 800 kg a 35 km de distancia pudiendo reventar un buque de guerra de la época. Alrededor de estos cañones y para su funcionamiento  surgió un complejo militar destinado a protegerlos y mantenerlos., Esto incluida búnkeres, túneles y piezas antiareas, además de edificios de viviendas, oficinas y almacenes de lo que hoy ya solo quedan las ruinas. La verdad es que ver lo que hoy queda de ello, que casi es nada, e intentar recrear lo que en su día fue, genera una sensación de tristeza y quizás algo de falsa nostalgia. Nos llama la atención la calidad de los materiales empleados en su construcción, que hace que todavía las paredes estén en pie pese al estado de abandono en que se encuentran. El enclave es soberbio y quizás podría haberse pensado en algo, como un parque temático, o algo similar, que conservara y diera utilidad a estas instalaciones..

En un  principio pensamos quedarnos a dormir aquí, pero la soledad del lugar me hizo desistir. Cualquier ruido, cualquier coche que llegara, me despertaría y me haría sentirme intranquila, así es que como el sueño es sagrado, decidimos abandonar el sitio en busca de otro mejor y en éstas estábamos cuando nos vimos casi atrapados en un laberinto de calles estrechas entre casas y parcelas hasta tal punto que me tuve que bajar para poder guiar a Angel por una calle por la que dudábamos que pudiéramos caber. Y pasamos, pero justos. Dada la experiencia, dejamos de deambular y pusimos rumbo de regreso a la playa de Doniños (N 43º 30’13.60; O 8º19’03.17).

Una nube de humo tapaba y oscurecía el sol, dando a la tarde cierto aspecto fantasmagórico e impidiéndonos disfrutar de la puesta de sol. Allí,  junto a dos camper más y una PAVA pasamos una noche muy tranquila.

Recibimos una llamada de la familia que nos dice de que las Fragas del Eume estaban ardiendo.  Una gran tristeza me invade. Es una tragedia, no solo para las familias que han tenido que evacuar y para  los vecinos, sino porque el parque es –o era- una auténtica joya, una belleza en sí. Y oigo decir a los políticos que lo devolverán a su estado inicial y no puedo evitar que la tristeza se haga más profunda aún. Y no puedo dejar de pensar en el libro “el hombre del toque mágico” en el que cada vez que un político decía una mentira éste empezaba a oler mal ¡sería una maravilla que algo similar pudiera ocurrir en la realidad!.
Alguna imagen más
Monasterio de Caaveiro
Pontedeume
El Ferrol (limpiando cristales)
Castillo de San Felipe
Cabo Prior

Playa Doniños
Siguiente
(ir a la parte inferior izquierda  de la página "Por playas y acantilados")